Las gafas de ver baloncesto.

Tengo la gran fortuna de pertenecer a una comunidad de entrenadores de formación de toda España, con contacto diario sin una dinámica fija a través de WhatsApp. Es una suerte tener un círculo de personas de tu cuerda, con una misma filosofía pero con mochilas de pesos, tamaños, colores y formas diferentes entre sí. Entrenadores de colegio, de clubes pequeños, de clubes grandes, de minibasket, de cadetes, de chicas, de chicos, de LEB, ayudantes ACB… hasta un psicólogo, de todo tenemos, creando un espacio tremendamente enriquecedor.

Todos podemos, con un mínimo esfuerzo y un par de contactos, crear un grupo de este tipo.

En el hablamos de baloncesto, hablamos de técnica, de táctica, de metodología, comentamos ligas y competiciones de todo tipo y charlamos mucho sobre la realidad de nuestro deporte en cada esquinita que ocupamos. También rajamos y nos reímos mucho, normalmente de nosotros mismos… lo habitual cuando se junta un grupo de gente cuya base relacional es el amor por el baloncesto, el respeto y, en muchos casos, la admiración mutua.

Hay momentos mágicos, cuando alguien plantea una cuestión que afecta directamente a uno de sus equipos, a un jugador, a un concepto que quiere trabajar… y obtiene tras debate comunitario más de una docena de buenos consejos, de reflexiones, de conclusiones y entonces entiendes cuanto ayuda ser permeable y estar en contacto permanente con otros entrenadores con la humildad necesaria para saber escuchar y querer aprender, cada día.

Todos tenemos nuestras gafas, con las que vemos nuestra realidad. El contacto con otras realidades y la mente abierta hacen que mejoremos nuestras gafas de ver baloncesto, con el conocimiento y experiencias de otros.

Esto cuesta mucho que lo entiendan algunos entrenadores, sobre todo los más jóvenes, aunque se me enfaden y haya excepciones, como para todo.

Saber y reconocer el contexto en el que estás es algo esencial. No todo es cuanto sabes, cuanto has leído, cuantos clinics has visto o que títulos oficiales tengas, la clave es como entrenas con lo que sabes en los contextos y los espacios en los que te toca estar.

¿Cómo se alcanza parte de esa sabiduría de reconocer contextos y aplicar conocimiento? Pues yo creo que entrenando mucho y en realidades muy diferentes y, muy importante, participando de las temporadas de otros que saben más que uno mismo.

Al igual que en épocas pretéritas las profesiones se iniciaban con la figura del aprendiz, pasar unos años pegados al culo y la cabeza de un entrenador veterano es la mejor inversión de futuro para ser mejores formadores mañana. Llevar agua, inflar balones, colocar conos, recoger petos, vivir competiciones sentado en la segunda silla. A su lado analizaremos muchas situaciones y participaremos en parte de las decisiones sin temor a equivocarnos.

Descubriremos como se planifica una temporada, como se diseñan sesiones, como se corrigen desviaciones conforme avanzan las semanas y se consiguen -o no- los objetivos formativos y competitivos. Como construir el juego, como se resuelven conflictos, como se analiza una derrota, como se gestiona un tiempo muerto o una charla de vestuario. Seremos conscientes de muchas cosas que queremos ser y hacer con nuestros equipos futuros y, tan importante como eso, descubriremos muchas cosas que NO queremos ser ni hacer con nuestros equipos futuros.

Cuando me toca tener un ayudante menos experimentado que yo, siempre repito el mismo mantra: no tengas prisa, los registros de entrenador se crean con equipos heterogéneos y jugadores difíciles, de menos talento. Con los ‘buenos’ las cosas suelen salir a la primera. Evidentemente exagero, ¡ojalá saliesen a la primera! Pero creo que se entiende el concepto. Coger la enciclopedia de tiro y enseñarle a un jugador naturalmente talentoso como se colocan las manos, el ángulo del codo y como funciona la mano de apoyo… y que le salga a la primera puede alegrarnos, pero no mejora en nada nuestra metodología.

Es con el jugador menos hábil, menos dotado psicomotrizmente, mas ‘duro de mollera’ con el que no saldrá a la primera, ni a la segunda, ni a la tercera… y te irás a casa, seguramente frustrado pero buscando soluciones en tu cabeza, trucos, formas de ‘engañarlo’ para que haga lo que tu quieras. Y ese trabajo irá contigo siempre porque la realidad es que el 90% de nosotros nos encontraremos a lo largo de nuestra labor como entrenadores más jugadores difíciles que fáciles, más equipos heterogéneos que homogéneos..

Tener hambre, por saber, por mejorar, por entrenar mejor, por entrenar más. No cumplir el expediente, dar siempre más, entregarte a tus jugadores, aprovechar cada segundo de entreno y cada minuto que puedas rascar antes y después, en una esquina, detrás de una canasta o en un pasillo desocupado. Ofrecer todo antes de pedir algo. Siempre.

Es un error común pensar ¿qué hay de lo mío?, cuando la idea debe ser ¿qué pasos voy a dar para, algún día, conseguir lo que creo que merezco?

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2 Responses

  1. Antonio dice:

    Muy bueno, Don Roberto!

  2. David dice:

    Genial artículo y reflexiones. No dejar de compartir con otros entrenadores es una excelente forma de continuar formándose. Un saludo Rober

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